jueves, 1 de mayo de 2008

Las estrellas de un mirador

*Para todas las personas que alguna vez han bailado conmigo
Madrid bajo otro cielo, esta vez rojizo. Cielo intenso. Precioso. Desde donde tus ojos abarcan parte de un segmento: El de esa ciudad que cada día se destapa hermosa detrás de sus miles de puntas. Madrid tiene una cara menos gris, y a veces su piel es suave y juega contigo a que pruebes a hundirte en ella. Es la dueña de tus emociones retenidas a kilómetros de altura, a millones de metros de nuestras cabezas. Para que saltemos a por ellas y sintamos al caernos que hemos volado alto.

Madrid conserva una de esas caras que te permiten imaginar, releer todo lo que has escrito y no has querido cumplir, poniendo un final feliz. Madrid a veces te deja que te duermas en su cielo. Pero no lograrías quedarte toda la vida volando en él.

Madrid también es idealista como los sueños que más tarde provocan nostalgia. Y los protagonistas de sus historias son conscientes de ello.

Madrid un tarde permite que sus cuatro protagonistas puedan acariciarla. Son muy jóvenes y se han dado cuenta por primera vez de que existen.
Ingenuos, como la mejor parte de Madrid.
Sobre ellos habita el verdadero universo y lo que pisan representa una porción imperceptible. Corren deseando que ese rojo intenso lejano e inaccesible comos ciertas metas, les envuelva por enteros.

Ella baila, él mira. Él está sentado y ella ríe. Los cuatro danzan. Y Madrid no juzga nada.

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