jueves, 17 de diciembre de 2009

Apuntes para memoria y utopía

Despertar en medio de un sueño profundo, y recordar que una imagen es echar de menos un determinado instante, y que los caminos, las gentes son tan fugitivos como los años. Despertar para vivir de nuevo un recuerdo, una mirada, un gesto o aquella película que encierra una verdad compartida por nuestra experiencia. El visionado de un filme se convierte es un aprendizaje más. Y tiene que partir de la experiencia de lo real, y de la fe que se crea a partir de lo real, parafraseando a Victor Erice. Por eso, cuando hacemos una película ponemos en imágenes la consecuencia lógica de nuestra experiencia, y el resultado no es más que una búsqueda sincera de ese conocimiento expresado en imágenes. Cuando terminamos podemos sentir que hemos fracasado, que no hemos indagado lo suficiente en esa búsqueda, que por cierto, no resulta muy agradable en algunos casos. Si el cine es una expresión más de lo real, como un gesto, como un recuerdo, esa imagen puede fijarse en una plano y pervivir para siempre. Lo tiene que hacer de forma calculada sin olvidarnos de lo aleatorio (volviendo a Erice). Y En el equilibrio entre el cálculo (el tamaño de un plano, por ejemplo) y el azar (el gesto de un actor que surge de forma espontánea) está el resultado. A menudo pienso en Ford, un maestro en elaborar primeros planos que conjugan las expresión de lo real con todo lo que el azar implica en ese territorio de lo real.
Hacer cine es como si en la orilla del mar dejásemos la huella de nuestro pie, y las olas no fuesen capaces de borrarla. En cambio, otras veces se hace una película para que algo o alguien nos pertenezca, por ejemplo un personaje que encarna un ser real. Esto tiene que ver con el afán de posesión al fijar en un plano algo que como he dicho, perdura. Es una manera muy autodestructiva de hacer las cosas; pero siento que no hay otra. Y no hay nada peor en esta vida que hacer cine sin llegar a saber la razón real de hacerlo.
Muchas de las películas que he visto en mi vida forman parte de mi experiencia y han sido tan importantes como un lugar o una persona y lógicamente recurro a ellas, las cito sin pudor e intento dialogar como lo hago conmigo mismo porque entiendo que el cine es un diálogo de formas establecidas en un tiempo y nuestra mirada discurre allí mismo donde dejamos la huella en la orilla de la playa para que no se la lleve la corriente. Para que en definitiva, los años no sean tan fugitivos como la memoria.