viernes, 30 de octubre de 2009

Feliz de ser un infeliz

He iniciado la búsqueda de mi propia imagen. Aquella que se define no como la imagen justa, si no como “justamente una imagen”. En mi propia obsesión por encontrar y poseer justamente “La imagen” más allá de un sueño, tu rostro me trajo un recuerdo que remite al movimiento de un péndulo. Se repite en mi memoria llevándome al abismo del pasado como las horas que pasan inadvertidas en los relojes que cuelgan en las casas deshabitadas de los pueblos. Se trata de tu foto. He rastreado mis signos del pasado y encontré tu foto en un cajón; entre esos signos que te pertenecen y que configuran mi angustia. Has permanecido escondida pero no ajena a las historias y relatos que conforman poco a poco mi Historia personal. No se trata de tu historia si no de la HISTORIA que rodea tu relato, parafraseando Godard. Y ahora, la historia de tu relato se ha bifurcado transversalmente hasta chocarse con mi Historia, una vez más.

Por eso parte de tus signos me pertenecen. Son mi obsesión. Nos aproximamos a las imágenes por el sentimiento de pertenencia que tenemos hacia ellas y porque precisamente ninguna nos pertenece. Todas valen lo mismo y todas remiten a ese espacio donde la vida transcurre en diferentes tiempos. Por eso sé que corro el riesgo de no completar tu imagen nunca. Pero tranquila, no me acercaré más a ti. He aprendido a diferenciar; tengo claro que mi deseo de posesión sólo está en ese el lugar imaginario que rellenamos con relatos anodinos de sueños y vagos recuerdos

martes, 13 de octubre de 2009

Una hora contigo

11 de marzo de 2004

Voy a cerrar los ojos para ver si así me concentro mejor. Cuando era niña cerraba los ojos para alejar los malos pensamientos. Me gustaría que ahora estuviésemos abrazados como los amantes de “Hiroshima mon amour“, ajenos a lo que ocurre aquí fuera. Hoy como aquellos dos amantes, yo no he visto nada. No me ha dado tiempo. Sólo me ha dado tiempo a pensar en ti. Ni siquiera he pensado en Manu. Y es que mi memoria, tan extraña hace que vuelva en un intento proustiano de abrazar un segundo para encarrilar en el presente aquella sensación que reverbera durante la prolongación de los que llamamos recuerdo. El dolor Manuel hace que abracemos otras cosas, y a veces nos engaña para querer y no querer o querer menos de lo que desearíamos.
Es curioso porque ahora, tumbada en la calzada y boca arriba veo como se oculta el cielo entre las nubes. Inerte. Para ver si así reaccionas de una vez y te tumbas conmigo; para que estemos siempre juntos. Abrazados. Prometo que no me iré nunca más y que cuidaré el resto de mi vida de ti. Igual es que hay demasiada gente mirando, pero no te preocupes, estoy acostumbrada a disimular. Es mi trabajo. Tu inventas emociones y yo hago que parezcan reales. Quisiese escuchar tus pasos, como cuando entrabas en nuestro cuarto y me hacia la dormida. No seas tonto, no ves que no nos ve nadie…. Es sólo cuestión de practicar un poco. Intento hacer desaparecer el dolor; este es muy distinto, es difícil de explicar porque no es el dolor que provocan los recuerdos. Maldita memoria. Me duele irme así, sin que vuelvas a tumbarte a mi lado y volvamos a hacer el amor.
Los gritos de la gente. Hay demasiada gente. Es tan difícil amar así…
Si el mundo fuese un lugar mejor no podríamos estar juntos porque ya no seríamos dos contra el mundo. Voy a cerrar los ojos e intentar concentrarme en tus pasos. Quiero escuchar tus pasos y que tus labios se junten de nuevo con los míos. Esperando ver tu reflejo en mis ojos.
Confía en mí. No olvides que soy actriz. Mi trabajo consiste en ser continuamente yo misma para el resto del tiempo poder ser otra persona. Pero hoy no estoy interpretando. Hay más público del que desearía, incluso para una función. Me he pasado los últimos tres años siendo otras persona y el resto de mi vida he buscando en cada momento el papel que debía interpretar.
El día que viajé lejos de Madrid lo hice para huir de todo. Hoy, de camino al teatro, en la estación de Atocha; donde comenzamos esta ficción he sufrido un accidente. No he tenido la culpa, a decir verdad no sé quién a tenido la culpa, no me interesa en absoluto conocer por qué la gente muere de esta forma y por qué otra vive para matar así. He visto morir de amor y de odio. Pero siempre es peor morir de lástima. Supongo que por suerte yo he muerto de amor y con el corazón rojo, como solías decirme. No importa porque igualmente iré a verte, si tu no te tumbas a mi lado, tendré que ir yo, antes de que el cielo se oculte del todo y comience a llover.
No le he dicho a nadie que llevo en España todo este tiempo y que tenemos un hijo de tres años. Se llama Manuel, como tú; nació a los pocos meses de que llegase a Barcelona y buscase otro papel que interpretar. Pero sólo por poco tiempo. En realidad rechacé la beca y me quedé en España con la esperanza de que sacases adelante tu talento como dramaturgo. No quería que nada se interpusiese en tu vocación y en tu futura profesión; y menos un niño. Por eso he decido mentirte y esperar, porque sabía que sacarías adelante “El cielo entre las nubes” en la que llevabas trabajando más de seis años. ¿Cómo iba a impedirte cumplir tu sueño?
No he sabido nada de ti en tres años. Es muy doloroso escuchar la voz de la persona que más quieres al otro lado del teléfono sin poder decirle que compartes un hijo con él. Hoy cumples treinta años y este iba a ser mi regalo: nuestro hijo pequeño.
No he tenido el valor de decírselo a nadie. Cuando me fui de Madrid a Barcelona, una ciudad ajena a mí, tuve que rehacerlo todo. Trabajé durante meses en una productora de cine gracias a un contacto y luego estuve de baja por maternidad cuidando de Manu. Esperando a que triunfases. Sabía que iba a llegar ese día por eso me fui lejos de ti. Y así poder volver contigo a Madrid sin interponerme en tu profesión una vez encarrilada del todo. Los últimos años de nuestra relación te habías vuelto muy egoísta, ¿Sabes? Te encerrabas mucho en ti mismo: en tus relatos… en la escritura de guiones… Hasta olvidarte por completo de mí. ¿Puede oírme Manuel? Nunca hemos estado tan cerca y a la vez tan lejos….Aunque yo sé que me querías como nadie y los sigas haciendo; aunque ahora sólo pueda oír los gritos del gentío y el llanto de los niños que se han quedado huérfanos. Sé que desde algún lugar alguien me dice -Te quiero.
Estoy intentando cerrar lo ojos para que se vayan todos y nos volvamos a quedar solos. Dame un poco de tiempo, no seas tan impaciente. Tienes que perdonarme. Porque sé que me quieres más que a nadie en el mundo…..Sé que es difícil pero quiero que entiendas que me concedieron la beca y aparecieron las náuseas. Al principio pensaba que era por los nervios de abandonarte, irme fuera de España me aterraba y más a una chica de provincia como yo a la que la Gran Vía le parecía como estar en La quinta Avenida. La angustia y el temor de perderte podían más que mi vocación como actriz. Luego me di cuenta que la espera y la soledad a veces son más fuertes que la voluntad y me costaba controlar mis emociones, entonces me daban ganas de coger el teléfono y llamarte.
¿Estás ahí? Preguntaba desde mi cama.
Y el silencio y la oscuridad hacían que mis nervios fuesen más opacos .
¿Te acuerdas cuando me hacía la dormida y tu entrabas en la habitación y te tumbabas en la cama y luego ibas besándome lentamente hasta que hacíamos el amor?…
Sueño a menudo con eso. Estoy tumbada como ahora, pero con los ojos muy abiertos, recostada del lado contrario a la puerta, que permanece abierta. Entonces te oigo entrar, escucho como tus pasos lentos se aproximan poco a poco hasta entrar en el cuarto en penumbra, y la luz mortecina de la noche clara irrumpe por la ventana y empapa con su gris azulado mi cama por la que se desliza tu cuerpo. Allanas mi intimidad con tus labios en mi espalda y vas subiendo hasta tocar pausadamente mi cuello. Sonrío y nos besamos; poco a poco tus manos frías se van deslizando por mi vientre hasta entrar en calor. Y hacemos el amor lentamente como si fuese la primera vez y no quisieses lastimarme. Apasionadamente yo jadeo y luego el silencio da paso a un gemido mucho mas fuerte, es el llanto de un niño que entre mis brazos llora de forma desconsolada

Ahora tumbada en la calzada y boca arriba compruebo como desde la estación de Atocha también se puede ocultar el cielo entre las nubes, y lo hace de la misma forma que cuando vimos llover desde el tranvía ¿Lo recuerdas Manuel? Quiero sentir tus pasos acercándose y que tus labios se junten con los míos. Déjame sentirlos por última vez. Estoy apretado los ojos con fuerza para que se vayan los gritos, los sonidos perturbadores y el gentío. Para que nos quedemos de una vez solos tu y yo con la luz mortecina que irrumpe desde el cielo en nuestro cuarto... Con los pocos rayos de sol que emergen de entre las nubes…

Sólo quiero que te tumbes a mi lado como cuando me hacia la dormida esperando a que llegases para ver por última vez tu reflejo en mis ojos.