viernes, 30 de octubre de 2009

Feliz de ser un infeliz

He iniciado la búsqueda de mi propia imagen. Aquella que se define no como la imagen justa, si no como “justamente una imagen”. En mi propia obsesión por encontrar y poseer justamente “La imagen” más allá de un sueño, tu rostro me trajo un recuerdo que remite al movimiento de un péndulo. Se repite en mi memoria llevándome al abismo del pasado como las horas que pasan inadvertidas en los relojes que cuelgan en las casas deshabitadas de los pueblos. Se trata de tu foto. He rastreado mis signos del pasado y encontré tu foto en un cajón; entre esos signos que te pertenecen y que configuran mi angustia. Has permanecido escondida pero no ajena a las historias y relatos que conforman poco a poco mi Historia personal. No se trata de tu historia si no de la HISTORIA que rodea tu relato, parafraseando Godard. Y ahora, la historia de tu relato se ha bifurcado transversalmente hasta chocarse con mi Historia, una vez más.

Por eso parte de tus signos me pertenecen. Son mi obsesión. Nos aproximamos a las imágenes por el sentimiento de pertenencia que tenemos hacia ellas y porque precisamente ninguna nos pertenece. Todas valen lo mismo y todas remiten a ese espacio donde la vida transcurre en diferentes tiempos. Por eso sé que corro el riesgo de no completar tu imagen nunca. Pero tranquila, no me acercaré más a ti. He aprendido a diferenciar; tengo claro que mi deseo de posesión sólo está en ese el lugar imaginario que rellenamos con relatos anodinos de sueños y vagos recuerdos

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