martes, 23 de marzo de 2010

El recuerdo de un recuerdo.

Algo termina porque las cosas pesan demasiado como para soportar la cadencia de una mirada, de una voz o de un gesto. Entonces ese instante que ya es presente histórico en nuestra memoria se llena de huecos, de pequeños baches como cuando de pequeños caminábamos hasta tropezar con algo y caíamos al suelo no sabiendo muy bien por qué.

A partir de ahí recordamos las cosas a nuestra manera en un intento frustrado por inscribir el pasado, un acontecimiento, una palabra o un gesto en el presente cotodiano. Así una imagen puede ser el eco de otra imagen, transfigurando las imágenes sucesivas hasta contaminar la visión de nuestra realidad más cercana. Al final el resultado es el de una imagen recuerdo. Y el tiempo caprichoso, adquiere la cadencia de una voz, de un gesto o de una mirada en un instante preciso. La definición del tiempo es por lo tanto la definición de la melancolía; siempre implacable cuando sentimos que está ya inscrita en el presente de lo cotidiano, y siempre avivada ante el esfuerzo de reconstruir nuestra existencia, sistematizando al propio proceso que constituye recordar.

Y los gestos, las miradas son muchas veces los lugares de esos gestos. Y la realidad tan fugitiva como éstos.